Para ser útiles a los alienados, Pinel recomendaba leer las Conversaciones en Túsculo de Cicerón antes que cualquier texto de medicina. A la hora de hablar de las pasiones humanas, como enfermedades del alma no encontraba mejor referencia que este poderoso diálogo que ahora se publica.
Hacia agosto del año 45 antes de nues tra era, el gran orador y político romano concluyó la redacción de su libro en medio de una grave crisis personal. En él nos detalla el camino de la virtud, nos apremia a superar los temores, nos educa a resistir la tristeza y nos insta a ser sabios para lle gar a ser felices. Acosado por las dificulta des de la guerra civil y los abusos de la tira nía, apesadumbrado también por la muerte de su hija, Cicerón se retira a una de sus fincas preferidas, en Túsculo, y trata de aprovechar el tiempo enseñando a los ciu dadanos los conocimientos de la filosofía. En dos años escribe una docena de tratados que componen el mayor tesoro que se con serva de la cultura grecolatina. Y entre ellos, por su contenido más psicológico y su vocación terapéutica, destacan estas Conversaciones donde vemos anticipados los grandes conflictos éticos que hoy siguen ocupando a los hombres, y que constituyen, por ende, el núcleo de la psi quiatría.
A lo largo de los cinco diálogos que componen la obra aborda las grandes cuestiones morales de la época: la preocupación por la muerte, la superación del dolor, el alivio de la aflicción, el tratamiento de las pasiones y el problema de la felicidad. Las opiniones de estoicos, epicúreos y académicos desfilan ante nuestros ojos ofreciéndonos un paisaje moral incomparable sobre el que Cicerón va delineando sus propias ideas, como nosotros aún vamos prendiendo las nuestras.