La estimulación cognitiva se ha mostrado como un complemento terapéutico sumamente eficaz de la terapia farmacológica. Ambas vías de intervención combinadas producen un amplio rango de beneficios en las funciones cognitivas del paciente, su capacidad de ejecución, estado de ánimo y autonomía. Se consigue de esta forma una mejora en la calidad de vida de la persona enfermo e, indirectamente, de su entorno.